El Papa se compró un auto

Sorpresa y alivio a la vez causó ayer en la Santa Sede la aparición de Benedicto XVI al mando de un Fiat 128 rojo, modelo 76. El Sumo Pontífice había salido horas antes sin avisar a nadie.

Según L’Osservatore Romano (periódico oficial del Vaticano), el Papa había visto en los clasificados del domingo un Fiat 128 en venta, a muy buen precio, e inmediatamente llamó al vendedor. Resultó que el hombre vivía muy cerca, a la vuelta de la Basílica de San Pedro, y le informó que ya había varios interesados en el auto, pero que por ser él lo esperaba hasta el lunes, martes a más tardar.

Urgido por la tentación, el representante de Dios en la Tierra salió de incógnito el lunes por la mañana para ver el coche y, eventualmente, comprarlo. Solamente lo acompañó el escribano papal para que pudiera certificar las firmas en caso de venta, y hacer la transferencia en el acto.

El resto ya es conocido por todos: el Fiat “enamoró” (según sus propias palabras) a Benedicto, que volvió manejando feliz mientras tocaba sin parar una bocina “La Cucaracha” de 5 cornetas durante el corto viaje a su domicilio.

“Una ganga, me mandé un negoción”, declaró el Pontífice, “encima lo saqué con la mitad en la mano y el resto en dos cheques a 30 y 60 días”. Ponderó también el excelente estado del vehículo: “El dueño era un viejo que lo sacaba nada más que los domingos para dar una vuelta con la señora. Casi no salió del Vaticano. Fijate si no: un modelo 76 y no tiene hechos 50.000 kilómetros”.

“Claro que tiene unos detalles. De chapa está medio caído y por ahí le patina el burro. Cuando lo traía para acá no quiso arrancar, y encima con este frío. Por suerte pasaban por ahí unas monjas que me conocieron y me ayudaron a empujarlo hasta que arrancó. Este fin de semana después de las misas me pongo a hacerle unas cosas, si Dios quiere”.

Benedicto se refirió también al inusual revuelo que ocasionó la llegada del Fiat 128 a la residencia papal: ”Es que se acercaron unos cardenales y obispos amigos para ver el auto y felicitarme. Después nos pusimos a tomar unos mistelas y a hablar boludeces, viste como es esto. Hasta me trajeron un imán para que pegue en el tablero que dice Papa No Corras”.

¿Puede el 128 ser el vehículo oficial de Su Santidad? Él lo duda: “Veo difícil que reemplace al Papamóvil para mis giras, aunque a mí me gustaría. No sé porqué pero cada vez que entro al Papamóvil siento un olor raro, como a podrido. Y no se va, por más que lo haga lavar y revisar, yo sigo oliendo algo feo. Como a podrido, ¿viste? No sé si habrá sido cosa de Juan Pablo o qué, no quiero culpar a nadie, Dios me libre y guarde. Pero que hay olor, hay olor. Por esa y otras cosas quisiera usar el 128. Bah, no sé, hay que ver si me dejan...” En este punto, Benedicto XVI cae en un profundo y largo silencio, mientras observa al Fiat 128 rojo. “No sé, por ahí le pongo un equipo de gas”, dice.