Se rebela contra los mandatos socio-familiares y termina casándose con un pobre

Tras una adolescencia y primera juventud dedicadas a la lucha contra los valores burgueses representados por sus padres, Florencia Feigenbaum, de 25 años, se casó con Rubén Segovia, colectivero.

A pesar de que llevaban casi un año de convivencia, la noticia de la unión cayó como un balde de agua fría entre los familiares y amigos de la chica, que esperaban “otra cosa”, “algo más” o “alguna otra cosa más normal” para ella.



Segovia, de 38 años, vive en Quilmes y tiene 9 hijos con parejas anteriores. Maneja un colectivo de la línea 159, es pobre “pero honrado y muy buen muchacho, ya pagó su deuda con la sociedad”, indicó un allegado.

En improvisada conferencia de prensa dada en su casa de Belgrano, los padres de Florencia declararon: “Claro que quiero lo mejor para mi hija, pero como dice Sting, si amas a alguien déjalo libre”, dijo el amargado padre, arquitecto de 53 años.

“Y como dice Kalil Gibran, tus hijos no son tus hijos, son hijos de la vida”, agregó la madre, una contadora de 49 años, mientras abrazaba a su esposo y se largaba a llorar.

La chica, sin embargo, se afirma en su decisión de formar una familia pobre. “Es como que lo quiero al Ruben. Ya entró en mis afectos.”

De acuerdo con fuentes del entorno de Florencia, su rebelión contra las normas de la moral pequeño-burguesa empezó cuando a los 14 años tuvo su debut sexual con un heladero. Posteriormente militó en diversas agrupaciones de izquierda, fué groupie de bandas punk, experimentó con drogas blandas, hizo una escapada de fin de semana a Colonia para explorar su sexualidad con una amiga, y empezó el C.B.C. para Sociología. “También se acostó con Sabina. Y con Umberto Eco. Y con el ogro Fabbiani, y con un japonés del FMI. Es cierto, tiene fotos con todos”, cuenta Lucía, su prima. “Y semejante carrera tirada al tacho por un negro, forra comunista”.