
Carlo Sanchos, un alto directivo de la filial local de Procter & Gamble dejó escapar ayer al mediodía un terrible eructo durante un almuerzo de negocios con empresarios mexicanos.
Según Aldo Higuita, uno de los ejecutivos mexicanos, “fué como un terremoto que nos tomó de sorpresa. De todas maneras, si este hombre se hubiese limitado a pedir disculpas, el eructo habría pasado al olvido una vez disipado el olor a apio y atún.”
En vez de eso, el avergonzado Sanchos inició una extensa justificación antropológica:
“Seguramente todos saben que los árabes y los chinos se ofenden si uno no eructa en su mesa, lo consideran un agravio que se paga con la vida del ofensor y de toda su familia por treinta generaciones. Casualmente tengo un amigo en China que nos puede ampliar esta información, lo voy a llamar y poner en videoconferencia. Aunque ahora debe estar durmiendo, mejor esta noche.”
“Vivimos en una burbuja, y hay todo un mundo allá afuera, un universo. Todo es relativo caballeros, todo es relativo.”
“¿Sabían ustedes que los nativos de las islas Papuasias reciben a los recién nacidos eructándole en la cara? Parece que con eso le matan los demonios que traen adentro, lo vi el otro día en Discovery.”
“En la Patagonia, los indios Quilapayún eructan y hasta regurgitan sobre sus esposas como señal de que les merecen un respeto, no sólo como compañeras sexuales sino también como seres humanos.”
“Entre los antiguos esquimales, según el antropólogo alemán Borusia Bundesliga, el rey era elegido entre los más potentes eructadores del imperio, e incluso el vómito era considerado un mensaje de los dioses que auguraban buenas cosechas. Aunque hay opiniones encontradas acerca de esto.”
“¿Y los visigodos, que me dicen de los visigodos? El eructo para ellos era apenas un saludo cordial, como quien dice ‘¡hola!’. Pero el pedo, el pedo señores, era un símbolo de amistad y lealtad incondicional. Llegaban al punto de, perdonen los que están comiendo, defecar sobre la vajilla del anfitrión...”
Según un testigo presencial del hecho, en este punto Sanchos apoyó las manos sobre la mesa y se inclinó unos 45º hacia su derecha, mientras se mordía el labio inferior.
Un compañero de trabajo de Sanchos, presente en el almuerzo, reveló: “Estaba embalado. Con tanta cháchara, Sanchos estaba embalado. A esa altura no lo paraba ni Cristo. Por eso, cuando volvimos a la empresa, unas horas más tarde, lo agarré y le dije: ‘Sanchos, el pedo estuvo de más. Reconocemeló, estuvo de más’. Y el me lo reconoció. ‘Si, estuvo de más. El pedo estuvo de más. Me embalé’, me dijo.”
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